Un viaje al origen del aceite de oliva. Se dice que la historia del aceite de oliva está ligada también a la historia del ser humano, por ser aquel uno de los productos más preciados por el hombre, y no únicamente con fines gastronómicos. Lo cierto es que el olivo lleva habitando la Tierra mucho antes de que lo hiciéramos nosotros; concretamente, los primeros restos conocidos datan de hace veinte millones de años, del período Mioceno Superior.

Pero si hay lugares y pueblos que han bebido de este oro líquido, ésos son los que han estado bañados por el Mar Mediterráneo.

Las grandes civilizaciones y el aceite de oliva

Decía el poeta francés Georges Duhame que “el Mediterráneo acaba donde el olivo deja de crecer”. Y navegando entre las páginas de la historia comprobamos que razón no le faltaba.

Para encontrar, no la planta del olivo, sino el origen de su cultivo para consumo, tenemos que trasladarnos a las costal del levante de nuestro mar, a lo que actualmente conocemos como Siria, Líbano, Palestina e Israel. Se cree que las primeras plantaciones pudieron tener lugar entre el V y el III milenio a.C, desde Siria a Canaán, donde comenzaría a extraerse el aceite de la aceituna. Pero lo cierto es que el fin de extraer su jugo no era únicamente gastronómico, sino que las diferentes culturas y sus gentes lo han utilizado también como combustible, en rituales religiosos e, incluso, como cosmético.

Por ejemplo, los egipcios comenzaron a cultivar el olivo alrededor del 2.000 a.C. La diosa Isis sería la responsable de enseñar al hombre su cultivo, y fue el pueblo de los faraones el que comenzó a comercializar con el aceite de oliva. Su expansión por todo el Mediterráneo no tardaría en llegar, y pronto se volvió uno de los productos estrella de la alimentación del hombre: pan, aceite y vino

También encontramos producción oleícola a mediados del II milenio a.C. en Creta, donde han quedado documentada la misma junto con su uso para rituales desde el período minoico antiguo.

Más adelante, el aceite adquiere un papel fundamental en la zona con su importante desarrollo durante la civilización griega. No en vano, el origen de Atenas, según la mitología helénica, está ligado al olivo, cuando Atenea, diosa de la sabiduría, y Poseidón, dios del mar, compitieron por convertirse en la deidad protectora de una nueva ciudad, y fueron los ciudadanos de la misma los que eligieron el regalo ofrecido por la diosa, una rama de olivo.

Pero muchos son los elementos que encontramos en la civilización griega en relación al olivo, como en las propias competiciones olímpicas y el uso del aceite como jabón. Llegamos al siglo VII a.C., cuando los griegos llevan consigo la producción de aceite de oliva a Italia.

Pero si había un pueblo que destacó por su carácter comerciante por encima del resto, ése fue el de los Fenicios, los grandes navegadores del Mar Mediterráneo. Ellos se encargaron de traer hasta nuestras costas andaluzas este increíble zumo de oliva y la tradición de su cultivo. Corría entonces el siglo XI a.C. Y también llegaron con sus barcos y sus olivas hasta el Magreb y Cerdeña.

¿Y de qué era sinónimo la anteriormente mencionada Italia? Del Imperio Romano, grandes conquistadores y comerciantes, que llegaron mucho más allá de donde el Mediterráneo baña las costas. Por lo tanto, el aceite iría con ellos hasta la fría Británnia y las búlgaras y heladas llanuras danubianas. Por supuesto, también a lo que es ahora nuestra Andalucía, convirtiéndose esta región, ya entonces, en la principal productora del oro líquido del Imperio.

‘Az-zait’, oro líquido

Encontramos la aceituna y la extracción del aceite representadas en monedas, en ánforas, decorando tumbas y templos, o a los deportistas de los Juegos Olímpicos de Grecia portando coronas elaboradas con ramas de olivo.

Antiguo tarro de arcilla de aceite de oliva de mil años, descubierto en Creta.

De sus increíbles propiedades entendemos que se le llame ‘oro líquido’. Pero fue ya el famoso poeta griego Homero quien lo denominó así en el siglo VIII a.C. Aunque el origen de la palabra ‘aceite’ viene del árabe ‘az-zait’. Y así ha estado en nuestros platos, en nuestras cremas, en nuestros ritos, desde su descubrimiento, siendo el astro rey de la Dieta Mediterránea, la cual llegó a ser declarada ‘Patrimonio Inmaterial de la Humanidad’ por parte de la UNESCO.

¿Y cómo fue su evolución dentro de nuestro país? ¿Cómo sin ser su origen andaluz se ha convertido en símbolo de Andalucía y, por ende, de España entera? ¡Te lo contaremos todo muy pronto! 

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