Todos estamos mirando al cielo preguntándonos cuándo van a llegar las tan esperadas lluvias, tan necesarias para nuestros campos. Y es que el reto al que nos enfrentamos afecta de manera significante a nuestros cultivos. Y es real: así lo demuestra la imagen tomada hace unas semanas por la NASA desde el satélite Terra en la que se ve cómo «una sequía tiñe de marrón la mayor región productora de aceite de oliva del mundo», haciendo una comparación entre el año 2022 y 2023.

Y basándonos en más datos, desde el comienzo del año hidrológico, es decir, el 1 de octubre de 2022, nuestro país recibió un 28 por ciento menos de lluvia de lo esperado a mediados de mayo de 2023, y así lo confirmaba la Agencia Estatal Meteorológica (Aemet). ¿Y cómo afecta la escasez de lluvia a nuestros campos y olivares?

Consecuencias de la sequía

La sequía tiene un impacto significativo en el olivar en nuestro país, conocido por su tradición centenaria en la producción de aceite de oliva, nuestro oro líquido. Sabemos que nuestro sector es vital para la economía española y la sequía puede generar consecuencias adversas tanto a corto como a largo plazo.

Orígenes de la agricultura

En primer lugar, la escasez de agua afecta directamente al rendimiento de nuestros olivos. El agua es esencial para el crecimiento, desarrollo y fructificación del árbol del olivo. Durante periodos de sequía, la disponibilidad limitada de agua reduce su capacidad para absorber los nutrientes del suelo, afectando también a la fotosíntesis. Esto se traduce en una disminución de la producción de aceitunas. Esta reducción en la cosecha tiene un impacto directo en la cantidad de aceite de oliva producido, afectando, de este modo, a la oferta en el mercado.

Pero, por otro lado, además, la sequía también influye en la calidad del aceite de oliva, puesto que la falta de agua puede causar estrés en los olivos, lo que afecta la composición química de las aceitunas y, por ende, del aceite. La sequía puede resultar en aceites de oliva con un mayor contenido de ácidos grasos y una menor concentración de compuestos fenólicos, lo que afecta a su sabor, aroma y propiedades saludables.

Orígenes de la agricultura

Y aún vamos más allá, puesto que otro aspecto crítico es el agotamiento de los recursos hídricos. En España hemos experimentado periodos prolongados de sequía a lo largo de los últimos años. ¿El resultado? Una disminución de los niveles de agua en embalses y acuíferos. La escasez de agua no sólo impacta en la producción de aceite de oliva y en su calidad, sino que también genera preocupaciones sobre la sostenibilidad a largo plazo de la agricultura, especialmente en regiones donde el olivar es una parte integral del paisaje agrícola, como ocurre en nuestra tierra, Andalucía.

Por ejemplo, el embalse de Iznájar se encuentra actualmente al 18,04% de su capacidad, el embalse de la Viñuela al 19% de su capacidad, mientras que el embalse del Guadalcacín reporta un 27%. Estas cifras son un claro indicador de la urgente necesidad de gestionar nuestros recursos hídricos de manera eficiente en Andalucía.

Las comunidades agrícolas que dependen del cultivo del olivo, como la nuestra, también han de enfrentarse a desafíos económicos y sociales durante los periodos de sequía como el que estamos viviendo en la actualidad. La reducción en la producción puede dar lugar a pérdidas financieras para los agricultores, afectando su sustento y la estabilidad económica de las regiones olivareras. Además, la disminución de empleo en el sector agrícola puede tener un impacto negativo en las comunidades rurales.

Estimaciones para la campaña 2023-2024

Nuestra planta centenaria ha sido capaz de resistir durante siglos a todo tipo de inclemencias y condiciones adversas, regalándonos su fruto y dejándonos obtener nuestro preciado oro líquido, llegando España a convertirse en el mayor productor de aceite del mundo con un 70% de la producción de la Unión Europea y con un 45% de la producción mundial. Pero, aún siendo líderes, cierto es que las últimas campañas están marcadas por la escasez.

Pero no todos los datos son tan pesimistas. La Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural publicó a finales de año el primer aforo del olivar de Andalucía para la campaña 2023-2024, entre cuyas conclusiones se encuentra la previsión de una leve subida del aceite de oliva respecto a la campaña anterior. En concreto, se espera una recogida de alrededor de 2.8 millones de aceitunas para molturar, de las que se obtendrían unas 550.600 toneladas de aceite de oliva. Una estimación que es “ligeramente superior en relación a la última campaña”, del 7.4% más. “Por tanto, Andalucía podría acercarse a las 800.000 toneladas de aceite de oliva (783.345 toneladas) sumando la producción estimada y el enlace de campaña”. Así que, aunque hemos sufrido, y seguimos sufriendo, el impacto de la sequía y unas temperaturas superiores a la media a lo largo de esta campaña, también es cierto que, afortunadamente, algunas zonas de Andalucía han contado con lluvias durante el mes de mayo, las cuales han aliviado en parte la situación de nuestro olivar, ayudando a la floración y al engorde de los frutos.

En Almazaras de la Subbética también trabajamos cada día para mitigar estos impactos. Pensamos que para ello es crucial implementar prácticas agrícolas sostenibles y sistemas de gestión del agua eficientes, llevando a cabo técnicas de cultivo más resistentes a la sequía.